Seguro que muchos de vosotros cuando pasa por la calle una chica o un chico que está muy...bien (ya
me entendéis), os giráis para mirarlo. Es normal, nos fascina la belleza.
Sin embargo, esa belleza es externa y puede que sólo dure unos pocos años.
Hoy os quiero hablar y me gustaría que pensaseis en la belleza interior.Cuando un ser humano – como tú- toma conciencia de su propia vida, se da cuenta de que si no llega a su plenitud, ¿de qué le sirve? Deberías pensártelo en serio.
Si cada día caminas hacia tu plenitud de persona en las ondas y en las coordenadas de Dios, te sentirás un ser afortunado.
Si alguna vez le preguntas a un creyente comprometido cómo se encuentra, te dirá que perfectamente
bien. La razón la sabes: es coherente con las exigencias de su fe, esperanza y amor.
En su corazón nace cada mañana un precioso amanecer y se pone en las manos de Dios.
No te puedes imaginar cuánto espera Dios de tu vida. Esa que tienes: sencilla, sin ostentaciones. El nunca te lleva por sendas tortuosas, ni te conduce hacia el vértigo de una vida sin sentido. Todo lo contrario. Dios no te pide que
le entiendas, sino que dejes llevar por su amor.
Sí, ya sé que suena un poco raro todo esto; tal vez no estemos acostumbrados a pensar que Dios te
ronda, que se quiere implicar en tu vida y quiere que tú te impliques también.
Seguro que así conseguirás esa belleza interior que andas buscando.
Y para finalizar una pregunta: ¿te gustas por dentro?
No hay comentarios:
Publicar un comentario